Cansado llegué. Subí lentamente las escaleras y llegué a mi habitación. Encendí la computadora y sintonicé una estación de radio de música barroca. Me gusta la música clásica y no puedo dejar de deleitarme con los sonidos que animan mi espíritu. Revisé rápidamente mi correo electrónico y la red social para ver si había algo interesante. El sueño me invade y hago a un lado los papeles que tengo en la cama para poder tomar una siesta cómodamente.
Me duermo una hora. Me levanto y voy al baño a vaciar la vejiga. De vuelta me tumbo en la cama. La música me arrulla. Los sueños se apoderan de mi mente. Sueño y sueño imágenes.
Me levanto. No hay música. La computadora está apagada y la tapa está cerrada. Quedo extrañado. ¿A qué horas apagué el ordenador? Trato de acordarme y por más que hago memoria no tengo imagen impresa de que yo haya suspendido la música y mucho menos haber apretado el botón de apagar.
Me da un poco de miedo. Nunca he creído en los fantasmas oen cosas sobrenaturales, ni en extraterrestres. Mi mente busca algún recuerdo, alguna mano mía cerrando la tapa. Cada vez estoy seguro que no he sido yo quien la manipuló.
Son cerca de las siete y media de la noche. Empiezo a acomodar la ropa que llevaré a la tintorería. Después, iré a jugar un rato fútbol a la unidad deportiva. Vuelvo a ver la computadora. Después de usarla, sigo con esa inquietud. Pongo una nota de venta en la pantalla de la computadora y hago un reto: "Te reto a que vuelvas a cerrar la tapa". Saldré de dudas, no creo en los fantasmas. Quizás inconscientemente fui yo quien lo hizo.
Acomodo finalmente la ropa restante en la mochila. Observo el reloj y ya son las ocho de la noche. Ni modo, tendré que llevar mañana en la tarde la ropa sucia. El tiempo me ganó. Debajo de la cama está mi balón de fútbol color verde. No tiene aire. Busco la bomba y coloco la válvula. Empiezo a inflar el balón. Tiene que estar a su máxima capacidad para que tenga un buen bote. Lástima, hay una fuga de aire. No importa, así me llevaré el esférico. Tendré que cargar también con la bomba a la unidad deportiva. Ya es hora de irse.
Veo estupefacto mi computadora. Los nervios me traicionan. Ha ocurrido lo que menos me esperaba. La computadora está cerrada. La tapa negra cubre el papel. Un terrible cosquilleo inunda mis nervios. ¿Cómo es posible que la tapa de la computadora se haya cerrado y ni siquiera un ruido escuché? Mi corazón late rápidamente y ahora vuelvo a dudar de que yo mismo, en un momento de ceguera mental, haya vuelto a cerrar la cubierta. ¿Me estoy volviendo loco o esquizofrénico? Sigo temeroso. Tengo la certeza de que hay un fantasma en mi habitación. Deseo salir corriendo de ahí, pero busco ser racional, encontrar una explicación a ese extraño suceso.
Tomo papel y lápiz. Si es un espíritu, quizás desea comunicarse conmigo, decirme algo. Puede que sea una alma en pena. ¿Qué deseará? Escribo con cierto escepticismo: "¿En qué te puedo ayudar?". Tomo la mochila con el balón y la bomba adentro y salgo de la habitación rumbo a la unidad deportiva.
Sigo nervioso. Mientras troto y pateo el balón, me siento nervioso en demasía. Si fue el fantasma capaz de mover la tapa, seguramente podrá tomar la pluma y escribir su pliego petitorio. Por más qué trato de divertirme con el balón, sigo pensando en lo que sucederá en mi habitación, en lo que hallaré.
De vuelta a la habitación, nada hay. El papel no tiene respuesta alguna. Me he quedado más tranquilo. Mi estado nervioso se aleja rápidamente de mi cuerpo y parece que mi vida vuelve a la normalidad. Ha pasado el susto, pero ahora me quedo pensando si el fantasma será analfabeto y que no haya podido leer lo que escribí. También sé que mi caligrafía es espantosa y quizás no me haya entendido. O no desea asustarme tan seguido.
Hoy, sin duda alguna, dormiré con la luz encendida. La hoja sigue ahí, ahora con cinco opciones que le puse y una tapa de plástico, para que pueda moverla a la opción que desee y así saber lo que pide a este simple mortal.
martes, 20 de septiembre de 2011
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Espero que el fantasma de mi habitaciòn, sea producto de la narrativa, y no producto de la realidad extracorpòrea.
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