En la inmensidad de las nubes, algunos sueños se construyen en mi mente: volver a verte, en cada espacio infinito de mis vibraciones moleculares; mirar con mis ojos cristalinos la luz que emana tu figura en la sombra del arcoiris, en la llovizna de múltiples colores en las gotas que caen sobre mi cuerpo; acariciar tu manos suaves, y transportar tu energía por mi cuerpo que se desliza al abismo de la finura pasión de los sentidos humanos.
El viento las esparce por el horizonte. Desaparecen una a una, figuras bellas y grotescas se mezclan para huir del cielo que me cubre. Quedo solo ante el frío azul que se ríe de mi desgracia. La lejanía de las nubes, se tornan la esencia de la realidad. Lejos está de mí. Un confín distinto a mi realidad, a mi entorno, a los senderos que mis pies recorren una y otra vez sin llegar a destino nuevo y brillante. Las nubes se han ido de mi vista. Ella se encuentra lejos. Pude contemplarla a través de las nubes, pero como tales, inalcanzable se encuentra. Los sueños se quedan en mi mente, pero la agonía de la felicidad me hace recordar que sus ojos quizás hechizan otras miradas.
No hay nube que pueda ser el navío de mi ser, para alcanzarla, llegar a ella, abrazarla en la eternidad de mis caricias.
(27/06/2011)
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