Caminar por Michoacán es impresionante y más cuando vas al encuentro de la arqueología prehispánica. Mis pasos me condujeron a Tres Cerritos, un tranquilo y muy hermoso sitio arqueológico situado enfrente de la laguna de Cuitzeo.
Antes de llegar al lugar, tomé un autobús de la ciudad de Morelia y me bajé pasando la calzada que cruza la laguna, a las entradas del pueblo mágico de Cuitzeo. Ahí hay una carretera que conduce a las comunidades de Mariano Escobedo y San Agustín del Pulque. Esperé un rato a que pasara el transporte colectivo. Me subí en la combi y me bajó en la entrada de Tres Cerritos. Ahí empecé una caminata al sitio arqueológico. Era antes de mediodía.
Fotos: Alonso Medina Miravete |
Al arribar a la zona arqueológica lo primero que me llamó la atención fue lo solitario que estaba el lugar. Ningún turista. Al registrarme observé en el libro de visitantes que son escasos los visitantes que llegan. No sobrepasaban las cinco personas por día. Sí me dio tristeza lo abandonado que estaba.
Es lugar es muy tranquilo y desde lo alto de las pirámides se puede observar la laguna, con sus intensos colores azules. En su primera etapa Tres Cerritos fue un importante centro ceremonial de los grupos locales que habitaron en la cuenca de Cuitzeo, similares en sus elementos arquitectónicos y de material cerámico a los provenientes de Teotihuacán. Estamos hablando del periodo clásico, específicamente para el sitio entre los años 600 y 900 d.C.
Una segunda etapa de ocupación fue protagonizada por grupos vinculados al imperio tarasco, en el postclásico, posiblemente entre los años 1200 al 1521. El sitio fue utilizado como panteón.
Ya después, en el periodo de la Colonia, hacia la segunda mitad del siglo XVI, fue utilizado como banco de piedra para la edificación del Convento de Santa María Magdalena. Por fortuna no desbarataron por completo el lugar.
Tres Cerritos tiene tres montículos, en cada uno de ellos su respectiva pirámide. Hay cuatro plazas y una plaza central, en donde se encontraba un altar y hoy solo quedan unas ruinas.
En la Plaza Central, en su adoratorio central se encontró una ofrenda con dos entierros infantiles colocados en cajas de piedra. En el montículo 2 se localizó un muro con talud tablero similar a los teotihuacanos. Había también alrededor de 50 entierros con ofrendas de estilo tarasco. En la cima del montículo 1 fue un espacio funerario con cuatro cámaras orientadas hacia los puntos cardinales. En la tumba 2 se localizaron los restos de 30 personas, junto con dos cráneos decapitados.
Cabe hacer mención que en esta región, los campesinos cuando labran la tierra, han encontrado puntas de obsidiana y objetos prehispánicos. Antes de venir al lugar, tuve la fortuna de tener entre mis manos dichas piezas, que me fueron mostradas por un habitante de la península de Cuitzeo. Sin olvidar por supuesto, unos ricos tacos de charales que me ofreció.
Al finalizar el recorrido en este lugar prehispánico quedé muy satisfecho de conocer parte de la historia del antiguo Michoacán y sobre todo de admirar la cultura arquitectónica de los pueblos mesoamericanos.
Fotos: Alonso Medina Miravete |
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