lunes, 3 de diciembre de 2012

El país animalesco

Año 3040, en un planeta a millones de años luz de la Tierra.

En un país animalesco, cuyo nombre se perdió en lo más profundo del olvido, había un dinosaurio Parasaurolophus, cuya característica principal era tener una enorme cresta en la cabeza, que logró mediante métodos poco ortodoxos, pero harto conocidos en su manada, apoderarse del poder que ostentaban las chachalacas e tílicas blanquizules, en una elección que fue descalificada por los observadores del vecino continente eurolopio.

Sabía que la toma del poder, en el cambio de gobierno, iba a enfrentar una poderosa manifestación de protesta de las nuevas especies evolutivas, por lo que le urgía establecer un Pacto Político que le diera la legitimidad, en especial con aquellos que le habían sido sus duros adversarios y que le habían denunciado sus diversas trampas y fraudes.

Después de rápidas negociaciones en lúgubres lugares con las chachalacas etílicas blanquizules, las cuales aceptaron de inmediato la alianza, logró por fin convencer a los camaleones negriamarillos, sus antiguos y feroces adversarios, con prebendas secretas y harto lucrativas, para que su asunción fuese permitida para asumir a plenitud los mandos del país.

Y así fue, las fuerzas represoras fueron contundentes en la tortura contra las jóvenes especies; una marabunta de policías y granaderos, ataviados con sus uniformes blanquizules y negriamarillas, y con varios de ellos infiltrados entre los manifestantes para causar pánico y vandalismo, se abalanzaron sin piedad alguna, con sus toletes, macanas, balas de goma y gases lacrimógenos, para darle una lección a esos "anarquistas".

Felices, en el Castillo presidencial (donde alguna vez dieron su vida unos polluelos en su lucha contra la invasión de las águilas calvas), los dinosaurios y camaleones, festejaban por fin la alianza histórica de la derecha y la izquierda.

Los camaleones, para estampar su firma en el Pacto Político, recurrieron al bolígrafo oficial de su futuro candidato presidencial, lleno de tinta a base de sangre que logró extraer el jefe de la ciudad capital, de las jóvenes especies reprimidas a macanazos.

El país animalesco, por fin instauraba de vuelta, la época dinosaúrica. Los camaleones aplaudían y vitoreaban con su lengua bífida.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Abrí mis ojos

Abrí mis ojos al nacer, el mundo apareció ante mí, una época que parecía prometedora. Años y años han transcurrido frente a mí, y mis pies los han caminado lenta o velozmente, según las prisas o las pausas silenciosas para observar la belleza o la tristeza.

Hoy, vuelvo a abrir los ojos, el mundo sigue ahí, siempre la esperanza prometedora ondea sus insignias. Mis pasos caminan contemplando la vida circundante. Busco algo diferente a mis años mozos.


Parpadeo. La luz del sol destella mis pupilas. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Pasado y presente se funden en mi memoria. No comprendo bien, parece que lo remoto se ha engullido al presente. Quizás una ilusión óptica se ha apoderado de mis visiones. No lo sé.

Las dudas abalanzándose sobre mí, me aprisionan. ¿Serán reales mis temores? Mis pupilas se dilatan, en la búsqueda de la luz de la verdad. Poco a poco fluye las noticias, las informaciones. Me aterra escucharlas. Cierro por un instante los ojos, no doy crédito a lo que escucho y veo.

Ni modo, es real, tangible, inmenso como el sol que nos quema en estos inviernos. Abro bien los ojos y descubro que hoy es un día igual que cuando nací: el mismo partido político gobernándonos y, peor aún, los políticos que antaño departían las riquezas del poder entre los suyos, mucho antes que naciese yo, encumbrados hoy en el gobierno.

El pasado se apoderó del presente, robándonos el futuro.