jueves, 22 de septiembre de 2011

La naturaleza y el Día Internacional de la Paz

Este 21 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Paz en todo el mundo. Este día fue momento para reflexionar sobre lo que aún falta para lograr esa paz entre todos los pueblos y naciones. Los territorios se sigue disputando por medio de la fuerza militar. Hay conflictos que siguen ahí, después de décadas, y sin lograr avances sustanciales para la lograr acuerdos que permitan una convivencia pacífica. El Medio Oriente sigue convulsionado por el enfrentamiento entre israelitas y palestinos. Estos últimos desean tener su propio Estado y en estos días presentarán, como lo anunció su líder Mahmud Abbas, a la ONU, su propuesta de reconocimiento como Estado Soberano. Israel y Estados Unidos se han opuesto a la idea. La paz aún se ve lejana.

Y en otras partes del mundo, las guerras siguen devorando el alma de los humanos, sin tregua alguna. Las balas cobran vidas y la tranquilidad es algo que se sueña y no se vive. Solo habrá paz cuando comprendamos al otro, cuando la empatía invada nuestro ser.

Una alumna, después de comentar sobre esta fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Paz, se quejó por no haberse dado cuenta, para vestirse de blanco. Ese color es un símbolo, pero la paz proviene de nuestros sentimientos, acciones, palabras y el deseo de alcanzarla, para lograr un entendimiento entre todos los hombres.

El día escolar se termina, la violencia entre los pueblos aún continúa cercenando nuestro mundo.

La paz puede alcanzarse cuando los humanos dejen de estarse atosigando unos a otros, cuando contemplemos la belleza que hay en la naturaleza. Observar una flor por espacio de algunos minutos, nos puede purificar el alma. Ver una flor en la escuela, insignificante para la totalidad de los estudiantes, es sentir la paz que emana de la naturaleza. Admirarla, es adentrarse al equilibrio del universo. Esa flor, imagen que no puedo dejar de capturarla. Se marchitará, pero quedará impresa en la memoria de nuestros recuerdos.


 La belleza de la naturaleza es multicolor, y he ahí la clave de la diversidad cultural: somos humanos, pero la forma de expresarnos, de hacer las cosas, de expresar nuestros sentimientos, es tan variada, múltiple, multicolor.



Aún sigo en la escuela, en los jardines, y aparecen ante mis ojos más colores exóticos. Hay más paz en mi alma, tranquilidad ante la vida floral.


No podría faltar en un jardín escolar, las románticas rosas, las que todos y todas desean cortar para llevarse consigo.


Hace calor, y sigo buscando más flores. La soledad no se siente ni tampoco el hambre en ese momento.


Descanso un rato de los rayos del intenso sol. Salgo de la escuela y me voy a la casa de unos amigos. Un buen rato hablando del municipio y de la política electoral. Las elecciones para gobernador, diputados locales y ayuntamientos son en noviembre. Desean conocer mi opinión. Mientras haya acuerdos políticos, existirá la paz y saldremos adelante de la marginación social en que vive este municipio. Me despido y me dispongo a adentrarme al bosque cercano, a la búsqueda de esos hongos que siempre me han fascinado.

Me encuentro en el camino con más flores adornadas de colores y desean que mi cámara fotográfica se impregne de su vivacidad fulgurante.


 ¡Y por supuesto que no pueden faltar las abejas! Sin ellas, imposible la polinización.


El color oscuro, primor sin igual en la flor, en ese contraste que nos indica que todo es bello, sin importar lo disímbolo que pueden ser colores, las ideas, los valores culturales.

Antes de adentrarme al bosque, tuve que seguir el ritual hipnótico de las flores, mirarlas, y ver la grandeza de la naturaleza.



Soñaré con ellas, flores de vida corta y alegría eterna en mi corazón.

Las fotos de los hongos, de ese bosque templado, esperarán a otro artículo. El sueño se desplaza rápidamente por cada célula de mi cuerpo. Clama el descanso nocturnal de mi ser.

martes, 20 de septiembre de 2011

El fantasma de mi habitación

Cansado llegué. Subí lentamente las escaleras y llegué a mi habitación. Encendí la computadora y sintonicé una estación de radio de música barroca. Me gusta la música clásica y no puedo dejar de deleitarme con los sonidos que animan mi espíritu. Revisé rápidamente mi correo electrónico y la red social para ver si había algo interesante. El sueño me invade y hago a un lado los papeles que tengo en la cama para poder tomar una siesta cómodamente.

Me duermo una hora. Me levanto y voy al baño a vaciar la vejiga. De vuelta me tumbo en la cama. La música me arrulla. Los sueños se apoderan de mi mente. Sueño y sueño imágenes.

Me levanto. No hay música. La computadora está apagada y la tapa está cerrada. Quedo extrañado. ¿A qué horas apagué el ordenador? Trato de acordarme y por más que hago memoria no tengo imagen impresa de que yo haya suspendido la música y mucho menos haber apretado el botón de apagar.

Me da un poco de miedo. Nunca he creído en los fantasmas oen cosas sobrenaturales, ni en extraterrestres. Mi mente busca algún recuerdo, alguna mano mía cerrando la tapa. Cada vez estoy seguro que no he sido yo quien la manipuló.

Son cerca de las siete y media de la noche. Empiezo a acomodar la ropa que llevaré a la tintorería. Después, iré a jugar un rato fútbol a la unidad deportiva. Vuelvo a ver la computadora. Después de usarla, sigo con esa inquietud. Pongo una nota de venta en la pantalla de la computadora y hago un reto: "Te reto a que vuelvas a cerrar la tapa". Saldré de dudas, no creo en los fantasmas. Quizás inconscientemente fui yo quien lo hizo.

Acomodo finalmente la ropa restante en la mochila. Observo el reloj y ya son las ocho de la noche. Ni modo, tendré que llevar mañana en la tarde la ropa sucia. El tiempo me ganó. Debajo de la cama está mi balón de fútbol color verde. No tiene aire. Busco la bomba y coloco la válvula. Empiezo a inflar el balón. Tiene que estar a su máxima capacidad para que tenga un buen bote. Lástima, hay una fuga de aire. No importa, así me llevaré el esférico. Tendré que cargar también con la bomba a la unidad deportiva. Ya es hora de irse.

Veo estupefacto mi computadora. Los nervios me traicionan. Ha ocurrido lo que menos me esperaba. La computadora está cerrada. La tapa negra cubre el papel. Un terrible cosquilleo inunda mis nervios. ¿Cómo es posible que la tapa de la computadora se haya cerrado y ni siquiera un ruido escuché? Mi corazón late rápidamente y ahora vuelvo a dudar de que yo mismo, en un momento de ceguera mental, haya vuelto a cerrar la cubierta. ¿Me estoy volviendo loco o esquizofrénico? Sigo temeroso. Tengo la certeza de que hay un fantasma en mi habitación. Deseo salir corriendo de ahí, pero busco ser racional, encontrar una explicación a ese extraño suceso.

Tomo papel y lápiz. Si es un espíritu, quizás desea comunicarse conmigo, decirme algo. Puede que sea una alma en pena. ¿Qué deseará? Escribo con cierto escepticismo: "¿En qué te puedo ayudar?". Tomo la mochila con el balón y la bomba adentro y salgo de la habitación rumbo a la unidad deportiva.

Sigo nervioso. Mientras troto y pateo el balón, me siento nervioso en demasía. Si fue el fantasma capaz de mover la tapa, seguramente podrá tomar la pluma y escribir su pliego petitorio. Por más qué trato de divertirme con el balón, sigo pensando en lo que sucederá en mi habitación, en lo que hallaré.

De vuelta a la habitación, nada hay. El papel no tiene respuesta alguna. Me he quedado más tranquilo. Mi estado nervioso se aleja rápidamente de mi cuerpo y parece que mi vida vuelve a la normalidad. Ha pasado el susto, pero ahora me quedo pensando si el fantasma será analfabeto y que no haya podido leer lo que escribí. También sé que mi caligrafía es espantosa y quizás no me haya entendido. O no desea asustarme tan seguido.

Hoy, sin duda alguna, dormiré con la luz encendida. La hoja sigue ahí, ahora con cinco opciones que le puse y una tapa de plástico, para que pueda moverla a la opción que desee y así saber lo que pide a este simple mortal.